Una mirada... (Alberto J. Muniagurria)
Por recomendación de mi nieto me organice para mirar por Netflix el ultimo estreno de “La mano de Dios”. Reconozco que me entusiasmo la propuesta cuando tome conciencia que uno de los actores era Toni Servillo (La gran belleza, y Déjate llevar)
Desde el comienzo y al mismo tiempo de los títulos, se presenta un almuerzo campestre con una familia napolitana y se entiende que se va a gozar de una caricaturesca muestra de personajes. Personajes muy queribles, así como reconocibles.
Pero a medida que se avanza en la historia uno entiende que se está compartiendo el tiempo real y soñado de la adolescencia. Real por los episodios vivenciales que surgen en forma progresiva uno tras otro y los sueños bien demostrados en los golpes del barco sobre la superficie del mar. (puf-puf-puf)
En la adolescencia crece el cuerpo y el cerebro viene detrás tratando de digerir el cambio de la biología, mezclada con hormonas y fantasías heroicas.
Una familia agnóstica y con vínculos tóxicos en la que surge la imperiosa necesidad de encontrar referencias ideales, tal vez dioses que reafirmen los objetivos posibles y también imposibles.
Maradona, el padre (Servillo), y la matriarcal abuela son referentes necesarios, imperfectos, pero imprescindibles para ese joven sediento de afecto y mimos que solo su madre puede ofrecerle.
El campo de los afectos que van armando al ser.
Los dioses no son perfectos, pero son necesarios, fundamentales para entender y avanzar en los claroscuros, con toque sórdidos que se incluyen en los espacios de tiempo, por demás lentos pero
que explican y hacen crecer al mismo tiempo.
El mensaje paterno de austeridad y perseverancia marcan a fuego una determinación. Solo el cine puede superar, por ser leyenda, a la vida real y así digerir la dureza de la historia.
Tuve con esta película la sensación de haber entendido un poco mas a la adolescencia. A sus miedos e inseguridades, a sus desafíos y a sus vivencias. A la necesidad de encontrar referentes, de buscarlos e incorporarlos.
¿Pueden los sueños volverse realidades? ¿Puede el cine aportarle experiencias a la vida real? Pareciera que sí, que es posible. Que, a través de la retina de un director, con un buen guion, sentido común y del humor, se puede mantener información donde afloran las emociones y se consolidan las personas.
Porque al final en el teatro de la vida, donde se reproducen numerosas puestas en escena, algunas muy buenas y otras no tanto, pero todas necesarias y con fuerza vital.
Con estos y otros pensamientos, lentamente me fueron fluyendo ideas que me impulsaban a reconocer los tiempos ya vividos. Tiempos llenos de confrontaciones e inestabilidades, pero maravillosos e imprescindibles
Quien pudiera volver a las inseguridades de la adolescencia. El cine lo mostró también en “Amarcord”, y Trovatore en “Cinema Paradiso” a la cual Morricone le puso música a los momentos no permitidos.
Y nosotros nos sumergimos en ese mar azul profundo de la vida que no tiene límites y por ello es apasionante (puf….puf…puf)