Por Alberto J. Muniagurria y Roberto I. Tozzini, diario "La Capital" 25 de septiembre de 2007

Queremos referirnos a la resolución del consejo directivo de la Facultad de Medicina que, en reunión reciente, eliminó la ICV (instancia de confrontación vocacional), que en su momento se había aprobado por la facultad y la universidad como instrumento complementario de la reforma curricular en marcha. La aprobación de este examen habilitaba para cursar como regular las materias de primer año.

Según nuestra mejor experiencia y aun aceptando un buen propósito entre los que impulsaron tal medida, estamos convencidos de que la misma atentará contra la adecuada formación profesional, es decir, contra los propios intereses estudiantiles, contra el buen funcionamiento de la facultad como centro docente y en último análisis, en perjuicio de la salud de la sociedad.

No creemos necesario abundar en lo que significa la sobreoferta estudiantil y luego profesional, que conlleva frustración, dependencia, emigración y un alto costo social que podría dirigirse a fines más loables desde el punto de vista de las necesidades de la población.

En nuestra facultad, hace unos 6 años se inició la actualizacion de la curricula de estudios, tras un largo camino de discusión, donde participaron las entidades médicas de la ciudad, tales como el Colegio Médico, Círculo Médico, asociaciones profesionales y gremiales. Fue un cambio radical de la currícula, orientado a promover  formación médica integral, siguiendo los contenidos básicos y criterios de intensidad de formación del modelo médico sugerido por ley de educación superior N° 24.541 y una resolución ministerial consiguiente. La nueva currícula incorporó al conocimiento biológico, contenidos psicológicos y sociales. Esto que ya era una realidad en la mayoría de las escuelas médicas del mundo, se materializó como una concepción holística de mirar la salud con mayor énfasis en la prevención que en el tratamiento. Además, tal aprendizaje se programó en un sistema tutorial de resolución de problemas de complejidad creciente y con estrictos requerimientos de asistencia, regularidad y promociones. Sólo el fuerte liderazgo de la decana Raquel Chiara permitió en relativamente poco tiempo poner en marcha este cambio, con sus inevitables falencias, errores, incomprensiones y rechazos.

Los profesores del área clínica en su momento apoyamos el proyecto de la nueva curricula, reconociendo la necesidad de adecuar los planes vigentes que, salvo retoques, no habían sido modificados desde los orígenes de la Escuela de Medicina, en los años 20. Una vez iniciado su desarrollo nos pareció poco serio obstaculizarlo, obteniendo el compromiso de realizar evaluaciones periódicas, tratando de potenciar sus méritos y reducir sus defectos, en un proceso de construcción colectiva que no avale la improvisación y exija un conocimiento profundo de las variables pedagógicas empleadas.

Uno de los problemas que se plantea con este modelo de currícula es el número de alumnos en el cursado. Por ser un sistema con autoevaluación, centrado en el estudiante, orientado a la discusión y resolución de problemas, la interacción con el tutor pedagógicamente no admite más de 8 a 10 asistentes por tutoría. Un número excesivo o ilimitado de participantes conspiraría contra su eficacia.

Una Facultad de Medicina con ingreso masivo a los cursos regulares exige un plan docente distinto, que se adecue a esta resolución y no es precisamente el que está vigente y aprobado por ley. Tampoco se dispone del presupuesto correspondiente.

Vale decir que, para la continuidad de la currícula en marcha, la resolución del consejo directivo interfiere gravemente, ya que incorpora como alumnos regulares para el cursado de las asignaturas de primer año aun a aquellos que por falta de evaluación puedan carecer de los conocimientos mínimos para el nivel universitario, no evidenciar capacidad en la comprensión de textos o de conceptos abstractos, no tener voluntad para la intensidad de estudio que se necesita o incluso no tener verdadera vocación de médicos. Y se comprende con claridad que este posible exceso de jóvenes sin la preparación necesaria habrá de obstaculizar la buena práctica y aprendizaje.

Consideramos que esta decisión no consensuada de ingreso masivo es más política que académica, con el consiguiente deterioro de la calidad del aprendizaje.

La afirmación engañosa sobre "el derecho a estudiar", que por supuesto nadie niega sino promueve, es tan válida como el derecho de la comunidad a tener profesionales con el nivel adecuado.

En cuanto a la declaración de "defender la universidad pública" es otro concepto que compartimos y a ello hemos dedicado buena parte de nuestra vida docente. Pero la metodología es para nosotros diferente. Se la defiende cuando podemos mostrar a la sociedad que sin ser perfectos, estamos trabajando para ofrecerle los mejores egresados posibles. Se la defiende con una formación profesional que sume a lo científico, valores éticos y compromiso social. Se la defiende adecuando la matrícula, según estudios inobjetables, a las necesidades asistenciales nacionales y regionales, para que el egresado disfrute de los medios que requiera para su ejercicio profesional.

También se la defiende incluyendo en el análisis la capacidad educativa de cada centro universitario. Se la defiende cuando el egresado puede acceder a una formación de postgrado que lo habilite para ejercer con idoneidad aquello que satisface sus aspiraciones y los de la sociedad donde se inserte. Se la defiende cuando se evita la intromisión de la política circunstancial en la Facultad de Medicina, evitando las nefastas marchas y contramarchas en los programas dé estudio.

Esperamos que con el objetivo de merecer respeto como institución seria y responsable frente a una sociedad acostumbrada a recibir los mensajes confusos de las verdades a medias, se entienda claramente nuestro pensamiento y nuestra propuesta que busca sólo el beneficio del alumnado, el claustro docente y de la población destinataria. Quizás la eliminación de la ICV sea sólo para diseñar un mecanismo de evaluación mejor y más equitativo, que se aplicará a partir del año próximo. Hacemos votos por ello. En cambio, parecería un desatino mayor quebrar la currícula actual con improvisaciones, sin una profunda discusión y análisis de toda la comunidad universitaria, mediante propuestas y aportes, tantas como las que fueron utilizadas para su diseño. Que en aras de la importancia de esta resolución, se busque un consenso mucho más amplio que una mayoría simple de 4 o 5 manos levantadas en el consejo. Lo requiere la buena formación de nuestros futuros médicos y fundamentalmente, la población que nos observa.

Deseamos discutir proyectos, sin ánimo de confrontación, esperando que no se caiga en descalificaciones propias de quienes no poseen argumentos. Y porque pertenecemos con orgullo y queremos a una facultad gratuita, nacional, justa, equitativa y seria, es que hemos estado y seguiremos dispuestos a brindar nuestro mejor esfuerzo en defenderla.